Antonio y el huerto...

Rodeada de colinas y un valle fértil, se levanta una cálida ciudad larense, que lleva por nombre El Tocuyo. Su nombre verdadero es Nuestra Señora de la Concepción del Tocuyo y según las líneas del escritor Carlos Bujanda Yépez, es la Ciudad Madre de Venezuela… ¡Un terruño maravilloso!

Allí, vive un joven trabajador, alegre, optimista y lleno de energía que se levanta bien temprano con los primeros rayos de sol y se acuesta religiosamente, cuando los grillos se apoderan de la noche. Su nombre es Antonio Ramón y aunque ustedes no lo crean no hay quien le hable más a las semillas, que él.

De tomate, lechuga o pimentón, todas son especiales para Antonio y si no se siembran con cariño, no llegarán a nacer… eso se lo enseño su abuela Concepción, una mujer casera, amante de las plantas y de corazón dulce, tan dulce como la caña que se produce en aquellos lugares y que en forma de azúcar, endulza el café de las mañanas.

Y lo de hablar con las semillas también lo heredo de Concepción, quien tiene el don de comunicarse con los animales. Habla con cardenales, cabras e iguanas, una de ellas es Dabú, nuestra amiga.

El nieto y su abuela, viven en una casa grande donde la brisa corre ligera y sin darte cuenta, te lleva al jardín, repleto de árboles con hojas chiquititas pero abundantes y plantas con espinas, de diversas formas y tamaños conocidas como cujíes, tunas, espinares y cardonales. Son perfectas y lo mejor de todo es que han aprendido a vivir con poca agua porque allá, en el estado Lara, llueve poco.

Antonio pasa sus días sembrando: prepara la tierra, coloca las semillas, las riega, les canta, las cuida y espera con paciencia para verlas germinar. Luego de un tiempo, a veces corto y otras veces un poco más largo, recoge alimentos para su abuela y para la gente del Tocuyo, siempre con respeto hacia la naturaleza. De su huerto, salen buenas cosechas. Las verduras y hortalizas de Antonio son conocidas por todos, con colores vivos y sabores únicos, que le dan un toque especial a cada rica comida.

El Huerto Los Ayamanes, como lo llama Antonio, es querido por muchos, pues además de dar alimento, es un lugar de encuentro. Los niños se acercan a leer, los jóvenes se atreven a crear, los adultos vienen a jugar, las familias se reúnen para aprender y todos son recibidos para sembrar. Al final del día, regresan felices a sus casas, sabiendo que en este mágico lugar, siempre conseguirán un hogar.

Conoce las historias de Antonio, Dabú y la abuela Concepción…

¡Pronto! Los cuentos del huerto, no te lo pierdas

Historia creada por: Gustavo Mendoza y Valeria Zerpa G.

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