Columna En Contacto con la Conservación
Por Luz Delia Reyes
Colombiana, Periodista / Magister en Educación Ambiental
Quienes ejercemos la educación no formal, no escatimamos esfuerzos para que nuestros mensajes en favor de un mundo sostenible, lleguen a conciencias donde puedan fructificar. No obstante, la experiencia nos ha enseñado que hace falta algo más que superhéroes dotados de poderes para que el respeto hacia el entorno sea parte del decálogo de valores fundamentales de las personas.
La tarea de concientizar al hombre en materia ambiental a través de producciones audiovisuales, no ha sido una iniciativa de los últimos años como respuesta a la crisis que agobia al planeta Tierra, la cual de acuerdo a lo expresado por científicos de Reino Unido y los Países Bajos, “podría atravesar un ‘punto de no retorno’ para 2035 si los gobiernos no actúan decididamente a la hora de luchar contra él”.
La idea de crear conciencia haciendo uso de la televisión, se remonta a un siglo atrás cuando este medio desarrollaba sus fortalezas en la educación no formal. Con este propósito, en diversos puntos del planeta surgieron propuestas para inculcar valores ecológicos a través de series animadas dirigidas a todos aquellos niños que formarían parte de las generaciones del futuro.
Productores de Japón, Francia y Norteamérica, solo por mencionar algunos, se dieron a la tarea de crear personajes de ficción, lugares de fábula, echando mano a los más modernos recursos de animación y producción para cuestionar, alertar y tratar de prevenir el daño que hoy es palpable en la naturaleza.
Pero al parecer, tal despliegue de recursos no logró su propósito, porque paradójicamente en el caso del insecto protagonista de la primera serie educativa animada puesta en el aire, La abeja Maya, hoy está al borde de la extinción, debido entre otros factores a la deforestación y el uso de pesticidas.
Este “canto a la naturaleza y a su belleza”, del escritor alemán Waldemar Bonsels, publicada en 1912, y convertida en serie por la tecnología japonesa en los años setenta, representa a una abeja obrera de espíritu curioso y aventurero, que decide vivir lejos de su colmena para experimentar la naturaleza en libertad y enviar mensajes de sensibilización a las audiencias infantiles de ese entonces.
Otro esfuerzo por educar a los televidentes en valores ambientales fue el conjunto de series animadas titulada: Érase una vez (Il était une fois…) creada por Albert Barillé en Francia, a través de las cuales el público de muchos países tuvo acceso a temas educativos diversos.
Específicamente en el episodio N° 26 “Erase una vez la Tierra”, enmarcado en la Guerra fría (1947-1953) se observa a las dos potencias mundiales: Estados Unidos y la Unión Soviética disputándose el dominio del planeta, enfocadas en ganar la carrera armamentista y conquistar el espacio, olvidándose de las más apremiantes necesidades de los países en materia de pobreza y desigualdad.
En relación al ambiente, no fue preciso que los productores de la serie poseyeran una visión sobrenatural para anticiparse a los grandes desafíos que enfrentaría el planeta en el nuevo milenio: contaminación, destrucción del ambiente y adelantos nucleares, como consecuencia de los avances logrados en las últimas décadas del siglo XX.
La urgencia de encontrar una estrategia para crear conciencia dentro de escenarios poco o nada promisorios, motivó en la década de los noventa a un grupo de productores norteamericanos para dejar escuchar el grito de batalla del Capitán Planeta, «¡El poder es tuyo!» arenga con la que se proponía incentivar a Los Planetarios y a las audiencias a luchar para defender la Tierra.
El Capitán Planeta, es en esencia la fusión de los cuatro elementos clásicos de la naturaleza: tierra, viento, agua y fuego más el “poder del corazón”, que es el amor y las acciones de los individuos, que combinados activan a un superhéroe capaz de solucionarlo todo, pero vulnerable a la contaminación y la radiación nuclear.
La historia, que comenzó a transmitirse en Estados Unidos en 2017, cuenta que Gaia, el espíritu protector de la Tierra busca a cinco adolescentes de diferentes continentes y etnias (Los Planetarios) para entregarles cinco anillos mágicos con los cuales proteger la Tierra del efecto de la actividad humana sobre los ecosistemas.
Pero ¿qué es un superhéroe sin súper villanos? Los eco-villanos de esta historia no tienen conciencia y sus acciones están movidas por egoísmo, la codicia y las ansias de poder. Cada uno representa un desastre ecológico: el consumo excesivo, el capitalismo, un mutante radioactivo, tecnología sin control, experimentación científica sin valores éticos, cazadores furtivos, etc… ¿suena conocido verdad?
Aunque no han desaparecido, hoy día las producciones audiovisuales para sensibilizar a los niños y jóvenes han evolucionado y se han diversificado en juegos interactivos digitales, como un nuevo esfuerzo de entes privados y gubernamentales para llegar a todas esas audiencias donde la siembra de valores ecológicos tendría más posibilidades de fructificar, ya que la opción no es rendirse.