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Mujeres resilientes frente al cambio climático

Cuando comienza a llover, las preocupaciones de las trabajadoras agrícolas de cualquier zona rural del mundo se incrementan, porque presagian los estragos que el exceso de lluvia puede causar a sus siembras, siendo como son proveedoras natas de agua y alimento. Esta inquietud también va ganando terreno entre las mujeres indígenas, en momentos en que la naturaleza ha cambiado las reglas del juego, urgiéndolas a medir sus fuerzas, pese a las desigualdades que se han mantenido en el tiempo.

Este patrón de injusticia de género permanece intacto en el seno de las sociedades patriarcales, azuzando las desigualdades frente a cualquier factor potencialmente adverso como el cambio climático, que se traduce en más pobreza, ya de por sí extrema, en una de cada cinco niñas que no disponen de las herramientas ni de la preparación necesaria para paliarla.

Durante la adolescencia, la terrible marginalidad de este grupo se manifiesta en la falta de acceso y oportunidades a la educación y a la salud, que las conduce inexorablemente a una maternidad temprana, la cual constituye el común denominador de la tercera parte de las menores, en los países en desarrollo, de acuerdo a un estudio publicado por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) en julio de 2022, que pone en evidencia lo dicho por la directora ejecutiva del organismo, Natalia Kanem “que el mundo le está fallando a los adolescentes”.

Lo expresa, en momentos en que el concepto de educación, esbozado por Banco Mundial como, el medio para adquirir “las habilidades socioemocionales y de preparación para la vida activa, para desenvolverse y adaptarse a un mundo en constante cambio; tomen decisiones sobre su propia vida, y contribuyan a sus comunidades y al mundo en general”,  se ha convertido en otro factor de desigualdad, como consta  en la más reciente actualización del Atlas sobre desigualdad de género en la educación, emanado de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), que revela que este derecho se les niega a 31 millones de niñas en el mundo.

Sin embargo, la capacidad de respuesta de las mujeres indígenas y campesinas frente a los desastres causados por el calentamiento global está demostrando que todas estas y otras carencias preexistentes que las hicieron mucho más vulnerables, incluso frente a sus pares de las áreas urbanas, no han sido impedimento para emprender iniciativas individuales y colectivas de subsistencia, las cuales comienzan a ganar visibilidad para los organismos de ayuda internacional.

Hay casos como el de La Unión Europea y Ayuda en Acción, que desarrollan actualmente en Ecuador un proyecto de asesoramiento dirigido a las mujeres de las zonas rurales de la Provincia de Azuay, con miras a que, en un futuro próximo, asuman el liderazgo de las” estrategias de producción y adaptación al cambio climático.

Otro más, organizaciones como Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Ministerio del Poder Popular para la Mujer y la Igualdad de Género (MinMujer), se han sumado a la formación de 1.597 trabajadoras rurales de los estados Mérida, Portuguesa y Trujillo (Venezuela), en cumplimiento de los objetivos del Proyecto de Cooperación Técnica Reducción de la vulnerabilidad a los efectos del cambio climático y aumento de resiliencia de mujeres campesinas.

Asimismo, la presencia de ONU Mujeres en las zonas rurales de países en desarrollo como Tanzania, ha favorecido con su ayuda a grupos como el liderado por Mariam Tungu, dedicado a ampliar las zonas de cultivo, plantar productos resistentes a las modificaciones ambientales y más rentables como el girasol, pese a no ser dueñas de la tierra y a no tener acceso a las herramientas, las semillas, ni los fertilizantes.

Motu proprio, Agnes Leina, para quien el tiempo de recolección del agua del rio, se incrementó en seis horas a causa de las sequías prolongadas, encabeza actualmente en Kenia la iniciativa de almacenar agua de lluvia en tanques, como un medio de supervivencia que ayude a las comunidades indígenas a adaptarse a las condiciones impuestas por el calentamiento global.

La persistente desigualdad ha hecho que mujeres como ellas, desarrollen una alta capacidad de adaptación a cualquier escenario, representando actualmente el 45% de la mano laboral agrícola de los países en desarrollo, y la producción de 50% de los alimentos, aunque sólo reciban el 10% de los ingresos y posean el 1% de la propiedad. Por estas obligaciones no saldadas, su reconocimiento no debe circunscribirse a dos días al año:  el Día Internacional de la Mujer, y el  Día internacional de la Mujer Rural.

 

©2022. Luz Delia Reyes Plazas

MSc. Educación ambiental

Fundación Huerto Los Ayamanes

Educación ambiental a través de herramientas pedagógicas creativas

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